Una visión general del filósofo norteamericano sobre el conflicto colombiano.
Por Julián Chang
No todos los días se tiene la oportunidad de hacerle una pregunta a un pensador del calibre de Ken Wilber, así aquel responda desde el teléfono de su casa en Boulder, Colorado. Pues bien, en el marco del Encuentro Integral Latinoamericano organizado por Integral Without Borders de Canadá y el Centro Integral Colombia, que se llevó a cabo en Bogotá del 2 al 4 de octubre en 2015, mi inquietud estuvo dirigida en torno a las perspectivas de paz en el país, luego de la firma que se llevará a cabo en el 2016.
La pregunta tuvo la acotación de especificar que el nuestro es un país culturalmente diverso y con grandes desigualdades en términos sociales y económicos. Todos los que habitamos esta hermosa tierra hemos sentido en carne propia aquella frase acuñada por Simón Bolívar de que “cada colombiano es un país enemigo”. La frase no es muy familiar. Por ello el reto parece triple: la paz a nivel interior, personal; la paz entre los que nos rodean; y la paz como país.
Wilber planteó que es necesario, luego de la firma de la paz, propiciar las condiciones para que se llevé a cabo un gran dialogo interno, en el que se ponga en la palestra, la pregunta por la identidad nacional. ¿Qué significa ser colombiano? Ésta es una cuestión que damos por sentada, pero cuyas implicaciones deben ir más allá de una constitución que busca legitimar la diversidad cultural sobre el papel.
En los niveles de identidad por los que pasa el individuo, el etnocentrismo le sigue al egocentrismo, el más básico de todos. Parece evidente que no tenemos clara nuestra identidad como colectivo, y eso sin lugar redunda en una identidad personal difusa en términos de lo que me brinda mi grupo, mi tribu, o en este caso, mi país. Lo que significa Colombia en términos de nación, con todas sus implicaciones, es un debate que según el filósofo, debe acometerse. En ese sentido, surge la pregunta: ¿cómo lograr la unidad en medio de la diversidad?, ¿cómo lograr un concepto unificador en medio de las diferentes cosmovisiones y puntos de vista?
Octavio Paz, en un lúcido ensayo, describió el hecho de cómo Estados Unidos tuvo un origen sui generis, por cuanto que en torno a la idea de libertad, estableció sus principios fundacionales como nación. Fue a partir de ese ideal de libertad que diversas culturas se aglutinaron y lograron un concepto unificador de identidad. ¿Podremos nosotros a partir de la paz, lograr una identidad cultural y de nación, más allá de nuestras diferencias?
La identidad etnocéntrica es una de transición. Cuando se tenga una idea robusta de nación, según Wilber, se podrá acceder a un nivel mundocéntrico. Los individuos, en ese orden de ideas, expandirán su nivel de identidad, sin eliminar los previos: ya no sólo será Juan como individuo, tampoco será Juan como colombiano, sino Juan como habitante del mundo. Pero evolutivamente, es importante que primero se resuelva lo etnocéntrico para luego dar el paso hacia lo mundocéntrico. Wilber señaló el caso de la conformación de la Unión Europea, como un ejemplo de una expansión de la identidad más allá de lo tribal.
En el caso colombiano, yo agregaría, haciendo honor a la frase de Simón Bolívar, de que toca trabajar, a la par con el nivel etnocéntrico, con el egocéntrico. Habitar esa paz personal es el fundamento real de la paz social, así suene a cliché. A la manera de los círculos concéntricos confuncianos, en los que la armonía personal redunda en armonía familiar, que a su vez repercute en sociedades armónicas, es importante el cultivo de la paz interior. De lo contrario, el resto puede quedar en sofisticadas disquisiciones
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